La noche
llegó con su equipaje,
deambuló tentadora por
mis ojos,
como sombra sin rostro,
sin memoria.
Pasó junto a mí sin
conmoverme
sin yo reconocerla, sin
embargo,
se alojó en mis manos, reconoció
la luminosa cita, nos
bebimos el gozo,
como desordenado vino
sublevó el regocijo
replegado
en orgullosa copa.
Agazapada en tu piel y
mi piel,
con insurgente luz, emboscó
el día,
iluminó
con amor la madrugada.
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